En 1992 ocurrieron dos eventos importantes: se firmaron los Acuerdos de Paz, que pusieron fin al conflicto armando de los últimos doce años, y la artista visitó el sitio arqueológico de Joya de Cerén -todavía en proceso de excavación.
Ubicado en el departamento de La Libertad, el sitio nos muestra una comunidad agrícola maya soterrada durante el siglo VI bajo capas de cenizas producidas por una explosión del volcán Loma Caldera. Declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1993, Joya de Cerén se conoce como la «Pompeya de las Américas».
«El villorrio ha sido parcialmente desenterrado, y junto a él se hizo un pequeño museo regional.
No únicamente arqueólogos y museógrafos, trabajaron en él sino también Licry Bicard, una de cuyas pinturas introduce al museo. Es un paisaje sometido a la tempestad de ceniza. Detrás, o alzándose entre las olas como fantasmas que se van al pasado, están los personajes que decoran las vasijas». —Ricardo Lindo.
La visita de Bicard a Joya de Cerén se llevó a cabo por petición de la Directora del Patronato
Pro Patrimonio Cultural de El Salvador y una de sus promotoras dentro del ámbito nacional, Ana Vilma de Choussy, quien le había solicitado una pintura mural para el museo del sitio arqueológico que abrió en 1993 (ver lámina 35). La artista hizo dibujos de las cerámicas prehispánicas encontradas en el sitio, estudió la excavación y sus detalles arquitectónicos, y encontró todo un mundo de símbolos y glifos que inspiraron la mayoría de las obras de esta década. El uso de esta iconografía fue interpretado como la recuperación de la cultura prehispánica:
«Los motivos indígenas en sus cuadros no son una casualidad, tienen un principio cultural que denota su pasión por el pensamiento que rige nuestra historia que traduce y analiza por medio de las líneas. (…) Más bien trata de responder a una necesidad social que contrarreste el desinterés que muestra la juventud en torno a su propio origen». -Luis Salazar Retana.
«Es rebelde en la pintura, medio anarquista, medio nihilista, del profundo mensaje de un glifo maya se va a la sinfonía cromática del moderno simbolismo». -Pedro Escalante Arce.
«Cargada de simbolismo y dentro de un estilo expresionista, la última serie de Licry nos sumerge en el glorioso recuerdo de la América virgen, con su profundo misterio… Utilizando el símbolo, como lenguaje, en su estilo semiabstracto, nos conduce a un mundo de formas y de seres que nos miran, atravesando la noche de la historia….». -Carlos Balaguer.
La arqueología ha sido un interés constante para la artista, llevándola a países como los de Centroamérica, México, Perú, Israel y el sitio arqueológico de Petra, en Jordania, para aprender sobre los inicios de la civilización. Por ejemplo, en Memorias de Copán, vemos representados los glifos en las piedras en verdes y cafés, sugiriendo el musgo que las cubre a lo largo del tiempo.
«Licry Bicard va a las ruinas mayas o visita un museo, pero lo que ella ve en la piedra cubierta a trechos por el musgo son los vivaces espíritus de los microorganismos. (…) En el lenguaje casi abstracto de Licry, reencuentran su armoniosa libertad, vibran con savia y sangre». —Ricardo Lindo.
Por otro lado, su interés en lo esotérico y la simbología se prestaron para ocupar los antiguos glifos mayas encontrados en Joya de Cerén como símbolos sugeridos de identidad nacional. Sin un conocimiento popular de lo que los glifos significan, estos se presentan como símbolos de una cultura originaria sin hacer referencias puntuales; como una clave que sugiere o lleva a un entendimiento colectivo. Incluimos diversas pinturas de esa época, como Confrontación, una representación de la colonización de las Américas por los españoles, y El Cipitío en Joya de Cerén, donde vemos la representación de la leyenda nacional, el niño barrigón con un gran sombrero y con flores, entre los personajes de las vasijas y otros glifos.
Durante este período tuvo logros significativos, lo cual la consolidó como una artista importante en el medio. En 1995 publicó un catálogo de su obra titulado Licry Bicard y el don alado de la imaginación, en el cual reúne fotografías de su obra reciente y textos de poetas, críticos y otros especialistas en la rama de artes como Aída Flores de Escalante, Ricardo Lindo, Claudia Rousseau, Luz Merino Acosta y Rolando Elías. Ese mismo año, el díptico Joya de Cerén I y Il es seleccionado para la nueva Colección de Pintura Contemporánea del Patronato. En 1996, el Banco Cuscatlán (ahora Citi) adquirió la obra Abstracción dual (ver lámina 43), y en 1997, la artista donó el óleo Recuerdo de un sueño a la Colección del Museo Forma. En 1998 es incluida en la importante exposición Dioses, Espíritus y Leyendas; Arte del siglo XX de El Salvador, en el Museo del Barrio de Nueva York, con la obra El sacrificio. Escribe el curador de esa exposición, el Dr. Mariano Castro Magaña: «Licry Bicard (1944) se inspira en excavaciones arqueológicas, fragmentos de cerámica y telas de las culturas prehispánicas. (…) Formas que parecen diseños de cerámica encontrados en el pueblo maya de Joya de Cerén están combinadas con una eterna figura maya. Licry Bicard combina con éxito alusiones al antiguo mundo de los mayas con elementos contemporáneos».
En 1994, la artista expone una serie de monotipos (grabados). Dicha exposición trata temas de los elementos tierra, agua, fuego y aire, así como símbolos y textiles mayas. Funcionan como símbolos del orden del universo y el origen de la vida, ubicándolos en un discurso local.
«En esta serie de tendencia abstracta, composición, luz y color se entretejen dialógicamente. Licry investiga -en su ciclo más reciente- en la memoria cultural del país. Incorpora como material evocado el repertorio plástico de arte testimonial indígena». -Dra. Luz Merino Acosta.
En el monotipo, Bicard parece encontrar un medio de expresión entre la fuerza que requiere de su pintura, y la soltura y libertad que logra en su dibujo.
Dice la artista: «El monotipo es una expresión pura, sincera. Algo que puede dar mucha libertad creativa». Al respecto, la doctora en Historia de Arte, Claudia Rousseau, escribe: «En estos trabajos, Bicard combina mucho de la fuerza de su dibujo con un color profundo y atrayente. La técnica del monotipo le proporciona efectos pictóricos que no se pueden obtener con el pincel, y por otro lado, la necesidad de la rapidez y certeza sobre dónde uno va a poner los trazos… De mayor interés en estos monotipos es el uso de texturas sobrepuestas en la plancha, tanto sobre el diseño o sobre la aplicación de áreas abstractas de color. Los más atrayentes son en los que la artista emplea pedazos de lino de los cuales ha tirado hilos, o simplemente los hilos mismos en la impresión del monotipo, obteniendo, así lo que parece dibujo blanco de una densidad sorprendente, pero cuyo efecto depende mucho del azar».
En 1998, Bicard cierra este ciclo prehispánico con una serie de dibujos en técnica mixta titulada Estampas arqueológicas. Son de pequeño formato y de gran colorido, y ocupan composiciones basadas en los glifos.
«En esta muestra, el colorido y selección de la dimensión de la obra se supeditarán a las exigencias conceptuales y contextuales del mismo tema.
Tratándose de una rehabilitación de carácter antropológico y arqueológico, los puntos de referencia para la solución formal se limitarán al tamaño de la signografía precolombina (…) dicha solución comparte los significados asociativos y simbólicos del color, inspirados en las propias tonalidades del arte maya, azteca e inca. (…) Es así, que en esta ocasión no solamente se reivindica el pasado precolombino, sino que con ello se fortalece y ecumeniza el principio de los arquetipos colectivos y el de las formas simbólicas que se han proyectado a través de toda la historia del arte». -Dra. Astrid Bahamond.